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El niño de 0 a 6 años: Una guía para regular expectativas

La paternidad es una de las tareas más bellas a las cuales un ser humano se ve enfrentado, pero no está exenta de angustias y dificultades. Un tema esencial a considerar es la importancia de regular las expectativas que nos hacemos de nuestros hijos, ajustándolas a cada etapa de su desarrollo, ya que este factor incide fuertemente en la relación que tenemos con ellos y en la formación de su autoestima.


Diversos estudios, como el realizado por Martínez, Pérez y Álvarez en el 2007 y programas de fortalecimiento en habilidades parentales, muestran cómo puede influir positivamente en los niños el hecho de que sus padres tengan un buen conocimiento de las distintas etapas del desarrollo y sus características, ya que éste ayuda a que los padres puedan fortalecer las áreas que más necesita el niño en cada momento, puedan saber qué esperar y qué no esperar, sin presionar, sobre exigir al niño o ellos frustrarse como padres. Algunos casos reales que ejemplifican estas situaciones son los siguientes: Ejemplo 1: Padres preocupados en exceso porque su hijo de 2 años aún no deja los pañales y se comunica con pocas palabras, su hija de 4 empezó a ir al baño al año y medio y hablaba mucho más cuando tenía la edad de su hermano… Esto los lleva a tomar la conclusión de que su hijo es “más lento” y quizás como no es “tan inteligente como su hermana”, necesitará más apoyo.

Si estos padres conocieran mejor qué esperar en cada etapa del desarrollo de sus hijos, sabrían que es normal y esperable que las niñas hablen antes que los niños y con mayor vocabulario, además dejan antes los pañales que los niños. Por ende, su hijo no es “más lento” y ese estigma, que puede afectar bastante en la crianza, es innecesario.

Ejemplo 2: Padres quieren desarrollar al máximo la inteligencia de su hijo de 2 años para asegurarle un “mejor futuro”, por ende, lo exponen a canciones y cuentos en inglés, estudian y realizan técnicas de estimulación temprana diariamente, le compran todo tipo de materiales, entre otras acciones. Después de un tiempo se sienten frustrados pues su hijo aún hace puras rayas y no dibuja bien como le han enseñado, tampoco logra hacer las letras y unirlas, así que llegan a la conclusión de que su hijo quizás no tiene tanta capacidad como ellos pensaban…

Es importante entender que si bien los niños de 3 años están abiertos a aprender y explorar, sus habilidades se van consolidando con el tiempo, a esa edad aún no tienen un desarrollo motor suficiente para dibujar o escribir bien, como deseaban estos padres.

Ejemplo 3: Padres asustados consultan pues su hijo de 2 años se muestra agresivo: hace pataletas cuando algo no le resulta, tira sus juguetes, pega y pellizca, dice a todo que “no” y se ha puesto muy rebelde, sienten que ha cambiado negativamente.

Estas conductas pueden aparecer en esta etapa como parte de la necesidad que tiene el niño de ir diferenciándose, teniendo una identidad propia, distinta a la de otros, cuando dicen “no”, lo que hay detrás muchas veces es “quiero ser distinto de ti, tener mi opinión”. Si bien es ideal que los padres dejen que el niño tome ciertas decisiones por si mismo, es importante también establecer límites y sobretodo cuidarlos, ya que el niño puede elegir cosas que vayan en contra de su bienestar (no abrigarse, no comer, no tomar la mano para cruzar la calle).

Las pataletas o agresividad (golpes, pellizcos, lanzar cosas) también suelen ser frecuentes, ya que los niños aún no saben regular bien sus emociones en esta etapa. Es importante entender que el niño no es “malo”, establecer límites claros y ayudarlo gradualmente a expresar sus emociones de una manera distinta. Si reprimimos o no dejamos que nunca exprese pena, rabia o frustración, el niño aprenderá a guardarse esas emociones, sentirá que no es bueno sentirlas y esto afectará en su desarrollo psicológico. El tema es darles el espacio para que pueda expresar qué siente y pueda ir aprendiendo de a poco a regular sus emociones, expresarlas con menos desborde de agresividad, tolerar la frustración, etc. Los padres son modelos, si el niño grita y tira cosas, para luego ver un adulto que le grita, lo toma fuerte y lo lleva de una oreja a la pieza castigado, verá que el adulto tampoco logra auto regularse muy bien…

Como vemos, cada niño es distinto y nace dentro de un ambiente y con unos padres especiales también, pero existen características comunes y esperables de observar en cada una de sus etapas del desarrollo, las cuales nos podrán a ayudar en la tarea de regular expectativas. A continuación, les mostraré algunas características de los niños entre 0 a 6 años:

Desde 0 a 1 año

• Comienzan a sonreír, escuchan con atención y dan respuesta si se les habla (sonrisa, balbuceo).

• Logran calmarse si al llorar, alguien los abraza. Aunque algunos pueden sentirse tímidos o incómodos con extraños.

• Siguen objetos y personas con sus ojos, volteándose en dirección a los sonidos. Prefieren caras y colores brillantes.

• Alcanzan y descubren sus manos y pies, se ponen objetos en la boca (hay que cuidar de no poner a su alcance objetos pequeños, pues los pueden tragar), logran sentarse si los sostienen, se escabullen y dan vueltas.

• Se asustan frente a cambios muy bruscos (ruidos, luz, etc.), aún no regulan sus ciclos de sueño, alimentación y actividad.

• Recuerdan eventos simples, saben su nombre e identifican voces familiares. Incluso ya pueden decir sus primeras palabras, imitan sonidos y acciones de forma básica.

• Pueden sufrir de reflujo, cólicos, dolores por la dentición y su sistema inmunológico aún es débil, haciéndolos más vulnerables a enfermedades.

• Exploran, arrojan, sacuden objetos. Gatean, se ponen de pie y caminan con sus primeros pasos. Encuentran objetos escondidos y guardan cosas en contenedores.

• A esta edad empiezan a tocar todas las cosas a su alcance para aprender a juzgar distancia con manos y ojos. Los bebés primero miran un objeto y luego tratan de saber la distancia tratando de alcanzarlo.

Desde 1 a 2 años

• Al niño le interesa la novedad y se acercará a aquello que le llame la atención.

• Quiere descubrir como funcionan las cosas de su entorno, experimentando con ellas repetidas veces.

• Empieza a usar palabras o símbolos para referirse a objetos que están ausentes (mantiene imágenes mentales), aunque siente ansiedad ante las separaciones y se angustia frente a la soledad.

• Es capaz de imitar a los adultos o modelos, que están con él en ese momento o no están presentes.

• El niño “ensaya” en su mente los movimientos o acciones antes de hacerlos realidad. Comienza a anticipar consecuencias de su actuar.

• Entienden palabras e ideas, comienzan a hablar y disfrutar de las historias y cuentos.

• El humor es variable, existe egocentrismo y cierto negativismo. Son persistentes pero tienen pocas habilidades, por ende tienden a frustrarse bastante y suelen comportarse mal.

• Saludan y se despiden con la mano, desarrollan afinidades con otros, aunque aún no logran realizar juegos cooperativos.

• Reconocen la propiedad de objetos y les gusta mostrar los suyos.

• Caminan firme, suben escaleras y corren. No logran detectar el peligro de forma adecuada, arriesgándose en su exploración.

• Afirman su independencia, aunque prefieren gente familiar.

• Resuelven problemas y muestran orgullo por sus logros.

• Comienza a utilizar más el “NO” y a realizar pataletas.

• Les gusta ayudar con las tareas y ya pueden dejar en su lugar lo que toman (ordenar) y avanzar en su autonomía (comer, vestirse, etc.).

• Son sensibles a los cambios. Necesitan de rutinas para sentir cierta estabilidad en su entorno, por lo que tener ciertos horarios y hábitos los ayuda a sentirse mejor.

• Pueden demostrar ansiedad llorando, tirando cosas, pegando, empujando, mordiendo o pellizcando. Esta es una conducta normal para esta edad. La conducta puede ser algo más intensa o de mayor duración en aquellos niños que se enfrentan a una situación de separación.

Desde 2 a 6 años

• Alrededor de los dos años, el niño comienza a controlar esfínter, avisar cuando quiere ir al baño y aumentar su autonomía.

• Su interés por el mundo y habilidades para interactuar en él aumentan considerablemente, destacando su desarrollo del lenguaje y motricidad.

• Sus sentimientos y emociones van teniendo una mayor duración, van avanzando en su capacidad de identificarlos y su gama se amplía (vergüenza, afecto, celos, orgullo, etc.).

• Mejora su atención, concentración y memoria. Son capaces de seguir instrucciones más complejas y recordar mejor las normas.

• Guardan sus manualidades y dibujos, como logros de los cuales se sienten orgullosos.

• Se sienten más seguros de si mismos, pero van saliendo del egocentrismo, pudiendo compartir y jugar más con otros, respetar turnos a veces, desarrollar la generosidad y la capacidad de ayudar si se lo piden.

• Quieren hacer las mismas cosas de los adultos, tienden a actuar más sus emociones y representar escenas familiares.

• Los niños en esta etapa son curiosos, hablan mucho y hacen muchas preguntas.

• Se burlan y pueden usar expresiones poco respetuosas y crueles cuando se enojan, pues no siempre entienden el alcance de sus expresiones.

• No les gusta perder y aunque han avanzado, aún les cuesta tolerar las frustraciones, tendiendo a las pataletas.

Por último, es importante tener en cuenta que, si bien las características están separadas en tramos de edades, existe cierta flexibilidad en ellas, si un niño no hace algo a los 3 años, pero lo hace a los 4, está bien de todos modos. El ambiente, la crianza, la genética, entre otros factores tienen un rol importante también en el momento de la aparición de estas características.

Fuentes:

- Martínez González, R.A., Pérez Herrero, M.H. y Álvarez Blanco, L. (2007). Estrategias para prevenir y afrontar conflictos en las relaciones familiares (padres e hijos). Madrid: Colección Observatorio de Infancia.

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